martes, 31 de diciembre de 2019

GALICIA: Costa da Morte y Finisterre

Salida temprana en coche desde Ferrol con destino a Malpica. Siendo este un recorrido y una vuelta bastante larga, se justifica en mi caso por centrarme en visitar sitios que no conocía. Aun así, sí que acabé después en zonas en la que sí que había estado.  Por cierto, que durante este recorrido pasé junto a la localidad de Miño, pueblo natal de cierta persona muy especial que conocí en Madrid apenas transcurridas pocas semanas después de acabar este viaje. Curiosas casualidades.

El tiempo hoy ya empieza a ser más “galego”, pues a mi llegada a Malpica ya me empezó a acompañar una ligera lluvia. Paseo por este pintoresco pueblo marinero, café con bollo, y acopio de víveres, dado que es día 31 de Diciembre, y mañana estará (casi) todo cerrado. Y no, no me compré las consabidas 12 uvas. Esta iba a ser una nochevieja muy distinta a las habituales, tal y como comentaré mas adelante.




Durante las siguientes horas, me dediqué a moverme en coche por distintos sitios que tenía previstos, a pesar de que la distancia entre ellos era algo elevada.

Pedra da Serpe: Primer incumplimiento por mi parte, dado que ya había estado.


Playa de Valares: Segundo incumplimiento. Estuvimos en este entorno privilegiado varias familias de amigos en 2016, en un festival de música, y no me resistí a “revisitarlo".




Castro de Borneiro: Este ya si que no le conocía. Recomendable visita, si bien reconozco que tuve el privilegio de hacer la visita sin compañía alguna (un 31 de Diciembre con tiempo lluvioso no parece el mejor momento para hacer turismo, aunque no en mi caso).






Camelle:  Me acerque para visitar el museo del alemán, pero desgraciadamente estaba cerrado. Eso si, no pude evitar fotografiar esta muestra de "arte popular" que encontré en el puerto de Camelle:



Cementerio de los ingleses: Junto con la visita en el día anterior a Estaca de Bares, esta zona (Enseada do Trece) fue la que más me impresionó a nivel paisajístico-marítimo de todos estos días.






Tras tanta vuelta, acabé comiendo en Laxe, en un sitio que ya conocía anteriormente (Restaurante Zurich), y como postre me di un paseo por la playa de la localidad, recordando tiempos pasados en ella.



Seguimos de carretera y manta: Nuevo recorrido largo hasta Finisterre, dado que mi intención era pernoctar en Sardiñeiro de Abaixo. Aprovechando la hora, y por ser el último día del año, opté por subir hasta el monte tras el faro, y allí, bien abrigado (hacia un viento de narices), provisto de una lata de cerveza, y sentado sobre una roca, asistí a la última puesta de sol del 2019.


El día y el año acabó en mi caso en la pensión-restaurante-merendero que había reservado para dormir. Reconociendo que mi elección ya no era de por sí muy normal para el día que era, para describir la situación con la que me encontré transcribo los comentarios que puse al establecimiento en la plataforma de reservas que usé.

"Aunque la noche de fin de año no parezca la más normal para alojarse en un establecimiento como este, ello no justifica que ni supieran los datos de mi reserva, que hasta yo les tuviera que dar la cotización, que el dueño estuviera claramente aturdido (*), que la habitación no estuviera si quiera caldeada (pusieron los radiadores a mi llegada), que la ropa de cama fuera de felpa, manta y cobertor, y que el agua caliente saliera cinco minutos después de abrir el grifo."

(*): Sustitúyase "aturdido" por "mamado", "tomado", "to peo" o cualquier otro sinónimo referido al estado de embriaguez.


Adjunto foto de mi pseudo-cena de fin de año:


Y si, las doce campanadas mi pillaron durmiendo (malamente).