martes, 4 de octubre de 2011

Excursión a Siete Picos por la vertiente sur (“La Canal”)

Teniendo en cuenta que desde mi más tierna infancia la sombra y el cobijo de los Siete Picos me han acompañado, quizá por eso los considere un conjunto montañoso idealizado.

Me es difícil imaginar que a cualquiera de los que  durante buena parte de nuestras vidas los hemos tenido ahí enfrente, no hayamos tenido en algún momento la tentación de acercarnos a ellos, cerca, muy cerca, rodeando sus cumbres, subiéndolas y bajándolas. En mi caso son varias las excursiones que hasta ellos he hecho en los últimos nosecuantos años. Pero desde hacía algún tiempo, y tras husmear al respecto por Internet, me propuse un reto hasta ahora inédito para mi: alcanzar los Siete Picos directamente por la vertiente sur, a través de "la canal" existente entre el sexto y el séptimo pico.

Aprovechando que las temperaturas veraniegas se han extendido hasta el mes de Octubre, y no queriendo que las primeras lluvias dificultasen un recorrido que, por otra parte, era desconocido para mi, este pasado sábado nos decidimos acometer la ascensión. Un equipo compuesto por mi hermano lisiado, los dos perros de su propiedad (uno de ellos igualmente lisiado), yo mismo, y lo que es mejor (o peor): el primogénito de este que les escribe. Espero que tras confesar en estas líneas que poco menos que obligué a hacer esta ruta con una criatura de apenas seis años, las instituciones públicas no decidan retirarme la custodia (dado que de momento la madre no lo ha hecho, y que el tierno infante consintió).

A título informativo: si bien no es un recorrido difícil para gente acostumbrada a andar por la montaña, no es aconsejable para senderistas ocasionales de fin de semana, ataviados con zapatillas deportivas.

Sobre las 10.30 horas nuestra chofer nos deja junto a la barrera que corta la pista forestal situada junto a la granja Rio Pradillo, y de allí subimos por la pista durante algo más de un kilómetro para alcanzar el "Huerto del Componedor", que es el raso que conforma el arrastradero de pinos en Siete Picos. Tomamos una de las veredas que suben en dirección norte, ya que son varias los que se van cruzando, pero procurando mantener en todo momento el recorrido paralelo al Rio Pradillo, que transcurre junto a estas veredas. Hasta este momento el recorrido es fácil, aunque no dejamos de ir subiendo. Entre los pinos se vislumbra, cada vez más cercano, nuestro objetivo: El Séptimo Pico:

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Tras pasar junto a una primera fuente (que creo se denomina “Maritere”, el recorrido se complica mínimamente por la tollas existentes. Seguimos por tanto el recorrido siempre paralelos al Rio Pradillo, encontrándonos con la primera dificultad en forma de piedra “trepable” a cuatro patas (dificultad mínima con lo que nos encontraríamos poco después). Tras una corta subida, llegamos a la senda Herreros, que transcurre perpendicularmente a nuestra ascensión, perfectamente marcada con marcas amarillas y blancas, y tras un corto recorrido en dirección este, alcanzamos la Fuente de los Acebos.

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Una corta parada en la fuente y continuamos por la senda Herreros en dirección este. Tras recorrer unos pocos centenares de metros, nos topamos a mano izquierda (orientación Norte) con lo que a simple vista se ve como “la canal” que asciende hasta las cumbres: Abrupta, y completamente regada de enormes piedras y vegetación en forma de piornos y enebros.

Emprendemos la subida con bastante ánimo, a pesar de la dificultad que, ahora si, conlleva. Cada pocos metros encontramos hitos de piedras marcando la subida, lo que facilita la labor. Los perros, hasta ese momento bastante activos, empiezan a mostrar síntomas de flaqueza, en forma de no despegarse apenas de nosotros. Y el alevín del grupo, confiado y contento, empieza la ascensión a cierta distancia de los mayores. Craso error. Al intentar rodear una piedra, y dada su poca práctica en cuanto a buscar los mejores recorridos y hacer el mejor apoyo de la bota, resbala y cae por una pequeña hendidura. La caída no creo que fuera de más de un par de metros, pero os garantizo que ver el “mini despeñamiento” con volteo incluido de mi hijo no es algo que desearía para nadie. Enorme susto y comprobación de los daños: Afortunadamente la cosa se ha quedado en un par de rasponazos en la espalda y en un hermoso chichón (que intenté rebajar con una lata de Mahou helada que yo, y no mi hijo, portaba como vianda). También nos dimos cuenta posteriormente que, con el susto, la flamante gorra de Spiderman que el caballerete llevaba se debió de quedar en el sitio del incidente (me gustaría ver la cara del que encuentre una gorra infantil en tan abrupto sitio).

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Con bastante más cuidado y precaución a partir de ese momento, continuamos con la ascensión los tres juntos: Mi hermano encabezando el ascenso, mi hijo justo después, y yo como furgón de cola, de modo que en todo momento la criatura quedase protegida y pisase terreno ya comprobado por su tío. Eso no impidió, no obstante, que pasados unos minutos del incidente tuviera que consolar varias veces al chaval que, con algún sollozo pedía que “quería volver a casa”. Desgraciadamente a esas alturas (nunca mejor dicho) la menos mala de las alternativas era seguir ascendiendo. Dada la situación, perdimos la referencia de los hitos de piedras, aunque este era un problema menor, dado que la única vía válida era, sencillamente, tirar “p’arriba” de la mejor forma posible. Por cierto, que hasta en algún momento de la ascensión tuvimos que empujar y levantar a los perros, los que por miedo o indecisión no acertaban a subir correctamente. Además, durante esta fase del ascenso pudimos observar sobre nuestras cabezas el vuelo majestuoso de algún buitre de la zona, el cual quizá esperaba que alguno acabásemos por pasar a estado cadavérico.

Penúltima parada antes de hacer cumbre


Tras un par de paradas para no agotar a la criatura, la cumbre se veía más cerca, lo que provocó que nuestro optimismo creciera (en especial el de mi hijo). Un último esfuerzo y… ¡SI!, por fin, sobre las 14h alcanzamos la cuerda de la cumbre, con su camino señalizado y sus “senderistas de naútico y zapatilla tenis”, los cuales abundaban en la zona, al ser sábado y hacer un tiempo excelente.

Parada, bocata de chorizo ibérico, lata helada de Mahou, y… el niño, que ya ha dejado de tener miedo alguno, insiste en que quiere subir “a lo más alto”, es decir, a la cumbre del séptimo pico. A estas alturas, y tras lo que hemos pasado, la pequeña ascensión al meño es más que asumible. Vamos arriba campeón, que te lo has ganado:

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Una vez que descendemos de nuevo al camino-cuerda de las cumbres, falta el recorrido más fácil de la excursión: bajar al Puerto de Navacerrada desde aquí. Apenas dos kilómetros cuesta abajo que recorremos en 40 minutos. Hasta el niño vuelve a bajar brincando por las piedras sin ningún miedo (aunque la dificultad y la peligrosidad en este caso no sean comparables con la anterior etapa).

Mi resumen personal de esta excursión, además de la satisfacción de haberla hecho para reencontrarme con los Siete Picos por una vía hasta ahora desconocida por mi, fue sobre todo, la actitud de mi hijo tras su caída: durante la ascensión posterior al incidente, dado que cada pocos metros yo le iba empujando cuidadosamente o alzándole en vilo si era necesario, el rápidamente se giraba para ofrecerme su pequeña mano en forma de ayuda. Y desde luego desde un punto de vista emocional, esa ayuda fue inmensa.

Por último, adjunto proyecciones del track realizado, así como dicho track. Agradezco así mismo la información obtenida a través de la web pirineos3000.com

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