lunes, 27 de diciembre de 2010

Olot: La muerte tenia un precio

Aunque ya han pasado unos días desde el suceso de Olot, no puedo por menos que retrotraerme a un comic publicado por Carlos Gimenez hace nada menos que treinta y seis años en la páginas de “El Papus”.  Impresionante similitud:

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martes, 14 de diciembre de 2010

Purple Weekend 2010 - Mi crónica (2/2)

Amanece en la habitación del hotel. Lo de amanece no es del todo cierto, ya que son ¡¡ las 12 de la mañana !! Somos unos perfectos ceporros y nos hemos pegado una sobada de 10 horas... con ese descanso no es extraño que salgamos a la calle con unas energias más que renovadas. Entre el café y la primera caña de cerveza no transcurren más que 15 escasos minutos. Patético... ¿o puede que no?. El Humedo hace honor a su nombre, y por ello "disfrutamos" de una copiosa lluvia que hace de los más resbaladizas las calles. Un riesgo para ir con botines.

Buscamos calor y sequedad en varios bares, y tras comprobar con pena que nuestro habitual Restaurante San Martin estaba cerrado por reforma, encontramos el descubrimiento de este viaje: un viejo, viejísmo bar, en la Calle de las Carnicerias. Todo es viejo en él: la clientela, los dueños, la salamandra y la catalítica que tienen para dar calor, los posters y cuadros de la pared, las paredes, la iluminación,... todo en definitiva.

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Tan encantadoramente vetusto resultó que preferimos no hacer foto alguna (por pudor) y de cambiar la ingesta de cerveza por el español "chato de vino", y así mostrar cierta empatía con el lugar. La tapa, a elegir, consistía en un montado de jamón o en una taza de caldo. Optamos por la taza de caldo. Impagable y riquísimo. Afuera, sigue lloviendo. Vamos a pagar:

- ¿Cuanto es?
- Uno con sesenta los dos chatos.
(¡Joder! ¡estos son precios populares!).

Afuera, sigue lloviendo. Nos pediemos otros dos chatos y otras dos tazas de caldo. Con esta segunda consumición atacamos sin misericordia a nuestros respectivos dispositivos móviles en busca de un lugar recomendable para la pitanza. Que pena debemos de dar con el Iphone y el Nokia en un entorno tan clásico como este bar. Encontramos un par de posibles objetivos y nos dirigimos a uno de ellos, aprovechando que ha dejado de llover. Casualmente nuestro primer objetivo está muy próximo a la antigua sala Tropicana, alma por excelencia del Purple en tiempos pasados. Ahora es este "Maxi Dia"... deprimente...
Nos encontramos con nuestro primer objetivo cerrado a cal y canto, así que tiramos de las otras referencias encontradas. Llámamos por teléfono, reservamos mesa, y para allá que vamos, con alguna que otra parada técnica en base al cañeo inherente a la hora (se empieza a mascar la tragedia).

Llegamos al lugar elegido, un restaurante bastante impersonal y con no demasiado encanto (esperaba algo más clásico). Dado que en el día anterior cayó un cuarto de cordero, la alternativa de hoy era evidente: Cochinillo.
Acompañado en este caso por un caldo (que, ni de lejos llegaba al nivel del que tenia la del bar de El Humedo), por una ración de mollejas (estas si, suculentas) y por una botella de Yllera (que no es gran cosa, lo se), le daremos un seis sobre diez al guarín . Postres, cafés y licores. Si, hoy si hay licores, pues no hay coche. 

De nuevo en la calle, con la panza llena y la cabeza un tanto nebulosa, decidmos que esta año si, este año vamos al mítico Mongogo, ya que por diversas circunstancias nunca llegué a visitarlo en años anteriores. Impresionante invento el GPS para turistas despistados y medio borrachos como nosotros. Tras un par de vueltas llegamos al local. Ambiente malasañero y buena música. La gente está terminando de comer, por lo que no está muy lleno.



Nos acodamos en la barra y pedimos sendos gin-tonics. ¡Sorpresa! ¿quien está comiendo en una de las mesas? ¡Los infaustos músicos de acompañamiento de Booker T.! Bueno, tampoco es cuestión de echarles la bronca, aunque ganas no faltan. Charla con el encargado de la barra. Amena conversación. Referencias al Funtastic, Otro Gin Tonic. Buena música. Chupitos. Y afuera anochece..................

........... Salimos a la calle. La oscuridad se ciñe sobre el cielo y sobre nuestras mentes. Conseguimos llegar hasta el hotel, donde decidimos darnos un poco de descanso. Poco, la verdad. Cambio de ropa y camino al infame polideportivo.

Hoy el aforo es mayor que el día anterior. Llegamos con los ingleses Dusthaponics ya empezados. Las referencias que tenián eran buenas. Respondieron a dichas referencias. Muy correctos y un puntazo lo de las dos coloridas vocalistas. ¿Y Secret Affair? Personalmente no han sido nunca una de mis bandas favoritas dela escena revival, y tenia serias dudas sobre lo que serían capaces de hacer. Me equivoque. Un concierto muy digno. El problema es que a esa ahora ya me movia "arriba y abajo" por todo el pabellón, buscando un sitio imposible con mejor perspectiva y sonoridad, y con el consiguiente cabreo de mi orco acompañante, el cual hasta optaba por mandarme SMSs (dada la imposibilidad de oir un movil allí adentro).

Para colmo, en una de las salidas para aliviar la vejiga, y a pesar de las advertencias, no pude evitar un resbalón en aquel lodazal, con lo que mis pintones Sta Press blancos quedaron hechos un asco.

La noche se cerró con Teenage Fanclub. Son varias las veces que los he visto. Grandes, muy grandes, pero no se puede decir que sean unos animadores natos. No me causa la misma emoción que otras veces (recuerdo un mágico "Sparky's Dream" en el Azkena, hace ya unos cuantos años), pero si cayeron algunas lagrimas con las primeras canciones (la música pop y el alcohol combinados en mi cuerpo favorecen esta reacción). Según avanzaba el bolo, mi interés por el mismo fue decreciendo. Me temo que con la edad estoy cogiendole gusto a sonidos más salvajes, aunque estos escoceses siempre estarán en un lugar privilegiado dentro de mi particular Billboard.

Con la finalización de los conciertos, nos dimos cuenta que no estabamos en condiciones físicas ni mentales para enfrentarnos al Allnighter. Así que por segunda noche consecutiva (pero por motivos muy distintos), decidimos regresar al hotel. Eso si, hoy en taxi...

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Purple Weekend 2010 - Mi crónica (1/2)

Cada año me produce más pereza desplazarme hasta León para asistir al ya languidecido festival Purple Weekend. Este año además la continuidad del festival se vio peligrar por un cambio en la organización del mismo a mediados de este año. Ese cambio supuso el boicot por parte de los clásicos de la escena mod. Probablemente no les faltaba parte de razón, aunque lo cierto es que el Purple hace ya mucho tiempo que dejó de ser un evento purista. No obstante, y según se aproximan las fechas del evento, siempre hay alguna sorpresa en el cartel, algún artista o combo que hacen replantearse si acudir a León. Y este año fue Booker T. Jones el que me hizo decidirme abandonar a mi familia durante 48 horas para volver al Purple y a León.

Tras salir de Madrid el sábado 4 por la A-6, no muy temprano, la verdad, y no con pocas dudas por las malas previsiones meteorológicas, nos encontramos con la evidencia: atascazo de tráfico hasta pasado Guadarrama. ¿Qué hacer entonces?. Pues dado que tampoco nos apetecía llegar a las cinco de la tarde a León, y sin comer, optamos por desviar nuestra ruta hasta mi rincón serrano favorito, buscar acomodo en el Asador de Angel, y apretarnos una sopa castellana, un cuarto de cordero y una botella de Faustino VII. Con dos cojones.

Tras dar buena cuenta de estas viandas, retomamos nuestro viaje a León, ya sin tráfico, y con mi compañero de viaje dormitando tras la comida (y probablemente también por los gin-tonics que se tomó la noche anterior). El caso es que alrededor de las seis de la tarde efectuamos por fin nuestra entrada en la capital del Reino de León.
Dada la hora que era, pensamos que no tenía sentido ir a los conciertos vespertinos, asi que nos lanzamos cual posesos al El Húmedo para remojar el gaznate. Nos sorprendió encontrarnos con que buena parte de los bares estaban cerrados, probablemente dada la hora "rara". Tras trasegar por un par de ellos entablamos conversación dos jovencitas asturianas con pintas de ir al festival. Nos confirmaron la nueva ubicación de los conciertos nocturnos, y que debido al follón que habían montado mis queridos compañeros controladores aéreos, los londinenses The Fantastics se caian del cartel, siendo sustituidos por los valencianos Wau y los Arrrghs, uno de los grupos que tocaban por la tarde y que, afortunadamente para mí, era uno de los que tenía ganas de ver desde hace tiempo.

Tras no más de tres o cuatro cañas (lo juro), tomamos camino hacia el "Pabellón del CHF", lugar de los conciertos. La noche y el tiempo lluvioso daba un aspecto fantasmagórico al mismo. Fantasmagórico y, digámolos, mierdoso. Alejado del centro, situado junto a la sede de la Policia Municipal y el depósito de vehículos, con una entrada totalmente cutre y embarrada en parte. Eso si, la nota de advertencia en la puerta tenía su gracia:

Una vez dentro del pabellón, las previsiones de público se antojaban muy bajas, aunque según avanzó la noche el aforo fue más o menos razonable. La sonoridad de este nuevo pabellon era ciertamente mejor que la del antiguo Hispánico, pero el entorno seguía siendo poco recomendable. Unos baños minúsculos poco menos que te obligaban a ir a aliviar la vejiga al embarrado entorno del pabellón, o bien a los alrededores del depósito municipal, más discreto, pero a riesgo de que el policia de guardía no viera con buenos ojos hacer el alivio mijitorio en ese sitio. Y dentro del pabellón, el rastrillo de ropa y música absolutamente mínimos (no más de tres o cuatro cajones de vinilo), y por supuesto, la oferta líquida reducida a refrescos, agua y minis de cerveza marca del patrocinador del concierto, afortunadamente eso sí, a precios asequibles.

¿Hablemos de música o del milenarismo?... hagámoslo de música, pero tampoco exagerando. Abrió el concierto The Excitements, una correcta banda anglo-catalana de R'n'B y Soul. Correcta y algo aburrida, sinceramente. El canoso guitarra rítmica no paró de abroncar a los técnicos de sonido, y si algo destacaría, creo que quedaría con su cantante, la cual no andaba escasa de cualidades vocales ni movimiento en el escenario (me recordó vagamente a una primerísima P.P. Arnold).

Sigientes en escena: Juanito Wau y sus Arrrghs... cumplieron mis expectativas, pero sin exagerar. Un cantante simiesco y una banda más macarra que garajera. No son unos lumbreras musicales, ni se pueden considerar capaces de coger el testigo de, p.e., unos Doctor Explosion en su formación "clásica" de los 90 No se porqué extraña razón me recordaron a los asturianos la primera vez que tuve referencias de ellos. Definitivamente no lo son, pero pasan mi listón con aprobado alto.

Y por fin, el esperado Mr. Booker T. Jones. En el momento de los preparativos, los técnicos dejaron preparado un majestuoso Hammond B3. ¿Premonitorio de lo que vendría?. No, por desgracia. Aparición de la banda de acompañamiento con sospechosa estética... pero bueno, dejemos el purismo estético de un lado y veamos los resultados musicales. Por fin apareció el músico de Memphis, y comenzó a acariciar "su organo" (el Hammond, coño).


Los siguientes minutos del concierto se fueron convirtiendo poco a poco en un espectáculo cada vez menos digerible. No le falto tiempo para atacar "Green Onions", enfervoreciendo a toda la concurrencia, y sorprendiéndome por el hecho de tocar un peso pesado de su discografía recién comenzado el bolo. El problema, no obstante, vino por la banda de acompañamiento. Un guitarrista que recordaba a Joe Satriani en lo musical, y a Lionel Richie en la estética no era lo que yo esperaba para un bolo de este tipo. Y un batería con monólogos raperos tampoco. Y a un Booker T. que abandonó el Hammond para cambiarlo por una guitarra y atacar un "Sittin´on the Dock of the Bay" tampoco. Aquello tenía toda la pinta de convertirse en un "M80" del soul más comercial.

Y no se porqué extraña razón me vi atacado por un rechazo total, que me hizo proponer a mi acompañante volvernos al hotel. Sorprendentemte (o no), aceptó, por lo que ni vimos acabar el concierto ni acabamos en el Allnighter, también en parte por la pereza de desplazarnos a la discoteca poligonera que iba a acoger dicha fiesta nocturna.

Volvimos al hotel andando, dado que no había forma de encontrar un taxi a esas horas y en aquel rincón perdido. Y así de esta forma tan tonta y mansa finaliza la primera entrega de este nuestro Purple.