sábado, 12 de diciembre de 2009

Señor Aguilé (q.e.p.d.)

Debió ser a principios de 2001, en invierno. Sábado noche, saliendo en compañía de mis orcos habituales y de mi damisela. Partimos de un antro llamado "La Silla Eléctrica" (hoy ya cerrado), situado por la zona de Doctor Esquerdo - Sainz de Baranda. Me disponía a coger el coche (creo que para encaminarnos al Blue Velvet), cuando observo delante mio que un pulcro hombre maduro ayuda a subir a una "menos jovencita", igualmente pulcra (con esa vestimenta de pulcritud clásica que se presupone como habito nocturno para los que ya no cumplirán los cincuenta ni los sesenta). Achino los ojos, fijándolos más en detalle sobre el pulcro madurito, cuando exclamo:

- "¡¡Coño, si es Luis Aguilé!!"



Acto seguido, el coche del buen hombre parte en compañía de su dama otoñal; en ese momento, uno de mis orcos hace algún comentario del tipo:

- "Hombre, le podías haber pedido un autógrafo como muestra viviente del yeyé sesentero"


Mi timidez innata se vió en ese momento ahogada por los combinados nacionales que mi todavía lozano cuerpo se había trajinado esa noche, así que, todavía no se ni como ni de que manera, arranqué mi coche y me lancé tras el vehículo del Señor Aguilé, que partía hacia el norte de Madrid por la calle Príncipe de Vergara. (Ya se sabe, no hay nada como picar a alguien con un "No hay cojones a..."). Fueron unos cuantos semáforos en verde los que atravesamos los dos coches. El Señor Aguilé, obviamente ignoraba que estaba siendo perseguido por un Seat Ibiza desvencijado, conducido por un freak con parka, acompañado de otros dos freaks descojonados de la risa, y con una damisela que me miraba desconcertanda y que me decía:

- "No te conozco. ¿Tú haciendo esto?. No te conozco..."

Arribando a un semáforo en ámbar que pasó a rojo, el coche del Sr.
Aguilé paró, y yo con el Ibiza tras de él.

- "Esta es la mía", me dije.

Dicho y hecho: Me aparto a la derecha, tiro de freno de mano y de luces de emergencia, salgo del coche enfundado en mi parka y literalmente topo con el cristal del coche parado en el semáforo, conducido por el cantante argentino. Mientras el buen hombre se me queda mirando con evidente cara de flipe, yo solo acierto a exclamar:

- "Señor Aguilé, Señor Aguilé, ¿me permite un autógrafo?.

La reacción más habitual por su hubiera sido (dado el lugar, la hora, y el individuo demandante de la rúbrica) tirar para delante y olvidarse de esa extraña criatura nocturna vislumbrada a través del cristal... pero no... el cantante de coloridas corbatas tiró de freno de mano y se dispuso a abrir la puerta del coche... y yo pensando "este, o me intenta dar un mamporro, o me rocía con un spray antiviolador para jubilados, o pone el grito en el cielo"... Pues tampoco... el bueno de Luis se dirigió al maletero de su coche, lo abrió, me preguntó que con cuantas personas más estaba en mi coche (le dije que eramos cuatro), y se dispuso a sacar otros tantos CD's suyos (unos recopilatorios remix absolutamente casposos), preguntándome después por mi nombre para dedicarme uno de ellos. Tan sorprendido me quedé de la amabilidad de aquel hombrecillo que no tuve por menos que darle las gracias y decirle, como muestra de agradecimiento, que adoraba su interpretación del "Verde Verde". El buen hombre se sonrió y hasta comenzó a tararear el estribillo de la canción. Acto seguido me dió los CD's con la dedicatoria, a los que le respondí con un caluroso "Muchas gracias y buenas noches, Señor Aguilé".

El hombre se volvió a meter en el coche y continuó con su camino y con su dama otoñal como copilota, la cual había observado toda la escena con una expresión jocosa. Lo cierto es que mientras volvía a mi coche, parado más atrás, lo único que podia musitarme a mi mismo era:

- "Estoy gilipollas. Estoy gilipollas...".

Mi damisela y los orcos no debían de pensar lo mismo, pues estaban meándose de risa dentro del coche. Acto seguido hice la repartición de los regalos en forma de CD's y continuamos con nuestra fiesta nocturna, aunque eso si, ya tuvimos tema de conversación para las siguientes copas que cayeron esa noche.

Descanse en paz, señor Aguilé.