sábado, 15 de noviembre de 2008

La Metamorfosis

Al igual que el personaje de Kafka, he podido observar un “proceso metamórfico” referido a las relaciones individuo-Iglesia (Católica, Apostólica y Romana, por supuesto). Tómese por tanto como una simple hipótesis, no ahondando en el terreno científico social ni teológico. Uno no pretende llegar a tanto…

La alteración de la percepción y la interacción entre ambos objetos puede ser muy variable en cuanto al tiempo y en cuanto a la idea de individuo (como una unidad o como una colectividad). En el caso de un único individuo, el lapso de tiempo puede abarcar un periodo mas o menos corto en la vida del mismo. En el caso de una colectividad, ese proceso metamórfico puede llevar años, lustros, decenios, siglos, y si Dios no lo remedia, hasta milenios...

Definamos, por tanto, las cuatro fases del “proceso metamórfico eclesiástico”:

A) Fase de afinidad: Se trata de la fase "normalizada" entre la Santa Madre Iglesia y sus siervos. Los hijos de la Iglesia adoptan y cumplen las normas de la misma, con mayor o menor grado de sometimiento, pero no osando sobrepasar las líneas que marcan sus directrices.

B) Fase de rechazo: Las ovejas descarriadas y las mentes limpias que desde su tierna infancia estuvieron libres del yugo y la herencia eclesiástica, adoptan una posición crítica con las soflamas y arengas lanzadas por el cura blanco, sus purpurados, fauna menor y los siervos de mayor o menor calado que perviven en la "fase de afinidad" descrita al principio.

C) Fase humorística: El humor y la ironía son unas estupendas armas para combatir la estulticia. En el caso de la relación con el poder eclesiástico, hay muchos ejemplos a tener en cuenta y a adoptar como conducta de respuesta a la Iglesia de Pedro.

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D) Fase autista: Cuando uno ya ha pasado por las tres fases descritas anteriormente, los comentarios, publicaciones, pastorales, opiniones y directrices marcadas por la multinacional vaticana, dicho en lenguaje castizo, se la pelan a uno. Sin embargo hay que reconocer que ceñirse en exclusiva a esta fase resulta harto difícil.

Cuando las soflamas eclesiásticas provocan un efecto de transmisión en otros colectivos "de terceros no necesariamente adscritos a ellos" (clase política cercana o colectivos diversos), el salto de la fase autista a la fase de rechazo (o mejor aún, a la fase humorística) es casi obligatorio de necesidad.

Desde esta bitácora se propone tener la cabeza fría, estudiar realmente el grado de hijoputismo que conlleva esa situación por parte de "ellos", y si realmente no es algo que “clame al cielo”, aplicar mi máxima favorita para estos casos (y ya expresada en este blog):

"¡Qué digan misa!"